lunes, 21 de abril de 2014

Una, grande y libre

Gorka Maneiro, diputado en el Parlamento Vasco por Unión Progreso y Democracia, ha puesto en su sitio al nacionalismo al recordar que es el PNV el que sueña con la Euskal Herria una, grande y libre, frente a los derechos ciudadanos y el valor de cada individuoen una sociedad democrática. Maneiro respondía así al lehendakari Íñigo Urkullu, que resucitó ayer, en la celebración del Aberri Eguna, el lema franquista para caricaturizar a quienes se oponen a la desintegración del Estado.

El franquismo era nacionalista. Por eso el dictador y sus jerarcas forzaron a catalanes, vascos, gallegos o valencianos a la inmersión lingüística (en castellano). Por eso falseaban la historia idealizando el pasado de España, como se hace ahora en simposios patrocinados por Artur Mas. Por esodividían a las personas en buenos y malos españoles, como hoy hay buenos y malos vascos y catalanes. Por eso sus prioridades políticas condujeron a decisiones políticas equivocadas que perjudicaron a los españoles, como hoy la Generalitat prioriza el gasto identitario sobre el social. Por eso su proyecto político era no ya incompatible, sino antagónico de la construcción y a la idea de Europa.

Todas las llamadas a la diversidad que realiza al nacionalismo comparten raíz con la "reserva espiritual de occidente" y con el "Spain is different" del franquismo. Se trata de un supuesto hecho diferencial que enmascara la pretendida superioridad moral de un pueblo frente a otros. Por supuesto, esas diferencias se tornan uniformidad cuando se vuelve la vista hacia el interior: había un modo correcto de ser español como hay un modo correcto de ser catalán o vasco para los nacionalistas. Por el contrario, la defensa de la igualdad y el rechazo al privilegio territorial son la base inexcusable para garantizar la diversidad que produce el uso de su libertad por cada uno de los ciudadanos.

Nadie entienda de lo que antecede que se llama franquistas a los nacionalistas, pero sí que, como se ha dicho, el franquismo era un nacionalismo, como el que representan hoy el Frente Nacional de Marine Le Pen o el partido del holandés Geert Wilders. No hace falta insistir mucho en lo necesaria que son los enemigos para cualquier nacionalismo: el de Franco era la Europa liberal tanto como el comunismo internacional; el de Le Pen, Wilders o Farage es Europa; el de los nacionalismos españoles es España. La paradoja es que CiU, PNV, ERC, etc. necesitan resucitar al franquismo para que su enemigo sea creíble. Los nacionalistas necesitan acusar a España de... nacionalista.

Urkullu tiene la ventaja de ser un espectador en el desafío secesionista lanzado por el nacionalismo catalán. De modo que va adecuando su mensaje a lo que cree que es mejor estratégicamente. Sus vaguedades parecen apuntar más hacia una especie de confederación que hacia la total independencia. Se le agradece que no haya traducido al euskera el famoso Espanya ens roba, sobre todo teniendo en cuenta que su comunidad está ampliamente sobrefinanciada gracias al injusto concierto económico vasco y alvergonzoso cálculo del cupo. Aunque, tratándose de nacionalistas y conociendo su peculiar relación con la realidad, no cabe descartar que lo usen en el futuro.

Este asunto del concierto y el cupo podría haber justificado que hubiera sido el ministro de Hacienda quien hubiera respondido tajantemente a las palabras del lehendakari. Pero claro, para eso el Gobierno y el PP deberían tener el valor de denunciar y corregir la injusticia. No, el PP sigue defendiendo el privilegio vasco, y es el ministro de Exteriores el que parece haber asumido lascompetencias en la desintegración del Estado. Como en el caso del secesionismo catalán, es Margallo el que contesta a Urkullu con la consabida e insuficiente apelación a la legalidad. Si, parafraseando a McLuhanel ministro es el mensaje, se diría que Rajoy ya considera los desafíos del nacionalismo asuntos de política exterior.


Fuente: UPyD.es

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