sábado, 31 de mayo de 2014

Europa ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?


El problema comenzó en los años 70. Por entonces, se impuso en Europa (y en Estados Unidos) una nueva forma de entender la política, la economía y la sociedad. La primera era un estorbo frente a la gran fuerza que movía el mundo: la economía. Ésta, a su vez, dictaba un mensaje bien simple: "aparte el Estado sus sucias manos de los mercados y quedemos todos deslumbrados con el crecimiento del PIB". Por su parte, la sociedad, en la palabras de Margaret Thatcher, había dejado de existir. Es más, nunca había existido. Sólo había individuos aislados, o, como mucho, familias.


Por entonces -y no fue casualidad- comenzaron a aparecer los populismos en Europa occidental. A Le Pen (padre) le abrió las puertas de las instituciones el socialismo francés para dividir el voto de la derecha. El xenófobo puso en seguida su punto de mira en la inmigración y en Bruselas. Europa era el proyecto colectivo por definición. Su construcción se realizó al mismo tiempo -y, en buena medida, por los mismos arquitectos- que los Estados del bienestar. Hasta los años 70 existió un consenso en lo que había llevado al continente al baño de sangre de la primera mitad del siglo XX: la desigualdad y la falta de seguridad de grandes segmentos de la población, que se echaron en manos de extremistas de verbo inflamado y gatillo fácil.
La derecha tiene una idea profundamente equivocada de Europa. La izquierda no tiene ninguna

En las últimas tres décadas Europa ha seguido avanzando, pero siempre bajo una amenaza que es hoy más oscura que nunca: la de los timadores a los que retrata hoy, en un artículo imprescindible, la diputada de UPyD Irene Lozano. El auge de estos timadores, de estos populismos de derechas e izquierdas que prometen las novedades más viejas del mundo, las recetas mil veces fracasadas en Europa, en Asia y en América Latina, no se produce porque sí. Crecen y se crecen porque se lo permiten los demócratas al renunciar al antiguo consenso y a la antigua promesa que descansaba sobre las instituciones europeas: derechos y libertades, sí. Seguridad también.

Millones de personas tienen hoy, en España y en Europa, miedo al futuro. Porque no tienen trabajo o porque el que tienen no les da para mantener a su familia y no saben lo que les durará. Los viejos arquitectos ya no están, y el bipartidismo que debió heredarlos balbucea respuestas insuficientes. La derecha tiene una idea profundamente equivocada. "Europa no es una unión social", ha dicho Merkel, y todo el mundo entendió que ella no se iba a preocupar de que lo fuera. Si no es una unión social, es sólo un mercado en el que -si hay suerte- se encontrarán la oferta y la demanda y se perderán los ciudadanos. Sin duda, Merkel no dirá nunca que la sociedad alemana no existe, pero sí está diciendo que no hay ni puede haber una sociedad europea. Un mensaje que encantará a los populismos de derechas.

La izquierda no tiene una idea equivocada. Ni correcta. No tiene ninguna y se les nota demasiado. Su discurso se ha vuelto tan incompatible con sus acciones que ya no les queda nada que ofrecer. Atrapada entre un populismo al que ni siquiera se atreven a calificar de tal y sus hipotecas con los poderes económicos y mediáticos, la izquierda es incapaz de decir algo que no suene a bulo ni a demagogia. Por increíble que parezca, el nuevo pacto social tendrá que hacerse a pesar de la antigua socialdemocracia.

En el fondo, la tercera Europa es la primera, la original, la que latía en la declaración Schuman. La Unión fue concebida como económica, política y social, y ese debe ser de nuevo el objetivo. Tendrá que perseguir el crecimiento del PIB, pero sin olvidar la justicia. Tendrá que volver a convencer a los europeos de que el futuro pasa por más y mejor Europa. Tendrá que ser capaz de proteger e inspirar, volviendo a ofrecerse como promesa, como utopía realizable.

A esta situación se enfrentarán los eurodiputados en la próxima legislatura. Y entre ellos los cuatro de UPyD, encabezados por Francisco Sosa Wagner. Su trabajo no va a ser tan distinto del que afrontan sus compañeros en el Parlamento de España o en el resto de instituciones nacionales. Por decirlo de nuevo con palabras de Irene Lozano, se trata de construir la Tercera Europa como aquí se trabaja por la Tercera España.

Europa tiene que ser capaz de inspirar, volviendo a ofrecerse como promesa, como utopía realizable

Entre los parlamentarios que España envía a Bruselas, sólo los cuatro de UPyD están en condiciones de afrontar el reto.





Fuente: upyd.es

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